A mi gato le encanta jugar con pelotas de papel de aluminio. Le vuelven loco, las golpea, corre detrás de ellas, las lanza al aire y las captura en movimientos tan calculados y precisos que parecen sacados de una coreografĂa. Cuando se cansa, las deja por ahĂ, y yo las recojo. SĂ© que estoy al servicio de mi gato, pero no me importa, prefiero depender de un gato que de una persona, son más predecibles.
Durante el tiempo que vivĂ Ăşnicamente con mi gato me dĂ cuenta de lo mucho que lo necesitaba. Un dĂa, se perdiĂł, y no aparecĂa por ningĂşn lado. SalĂ a la calle y caminĂ© de una punta a otra del pueblo, buscándolo. PreguntĂ© casa por casa, y nadie lo habĂa visto. Me resignĂ©, pensando que ya aparecerĂa. La primera noche sin Ă©l me costĂł mucho dormir, le echaba tanto de menos. No podĂa creer que ya no estuviera, que se hubiera marchado.
A la mañana siguiente, rellenĂ© su comedero instintivamente, sin acordarme de que mi gato habĂa desaparecido. No pude evitar romper a llorar, la casa estaba tan vacĂa. ¿DĂłnde podrĂa estar? VolvĂ a salir a la calle, buscando en cada rincĂłn. Ni rastro. EmpecĂ© a pensar que alguien lo habĂa cogido y se lo habĂa llevado, o algo peor. Tras varias horas de bĂşsqueda, sin resultado, regresĂ© a casa. Me tumbĂ© en el sofá, y me rendĂ; lo di por perdido. Si estuviera aquĂ, seguro que estarĂa sentado frente a su comedero, esperando a que se lo rellenara. Era tan glotĂłn. MirĂ© hacia el comedero, con algo de esperanza en mi interior, pero allĂ no habĂa nadie, solo un comedero vacĂo.
«Un momento, ¿vacĂo?», pensĂ©. El corazĂłn me dio un vuelco y me atacaron los nervios. «¿CĂłmo puede estar vacĂo el comedero, si esta mañana lo he rellenado?». Me levantĂ© corriendo, y comprobĂ© que, efectivamente, estaba vacĂo. No quedaba nada. En aquella Ă©poca no habĂa nadie más viviendo conmigo, asĂ que no podĂa tratarse de una broma pesada. ¿Y si mi gato estaba todavĂa en la casa? ¿Y si me habĂa centrado demasiado en buscar fuera y no habĂa mirado bien dentro? «QuĂ© idiota», pensĂ©.
RevisĂ© todos los armarios, cajas, sábanas y demás lugares donde un gato podrĂa esconderse. Pero no habĂa nada. Entonces, no podĂa explicar lo del comedero vacĂo. Además, si mi gato u otro gato estuvieran por la casa, lo habrĂa visto. Quizá estaba perdiendo la cabeza. Por mucho que lo llamara, no aparecĂa. RellenĂ© de nuevo el cuenco, a ver quĂ© pasaba. Me hice la cena y me acostĂ©. Al dĂa siguiente tenĂa que trabajar.
La luz entraba por la ventana cuando me despertĂ©. Mi gato dormĂa plácidamente al lado de mi cara, notaba su pelo suave sobre mi nariz. Le acariciĂ©, era Ă©l. Se despertĂł tambiĂ©n, y empezĂł a ronronear. Nos quedamos un rato abrazados, pero luego se levantĂł y dio un salto, bajando de la cama y saliendo de la habitaciĂłn. DespuĂ©s, creo que me volvĂ a dormir.
¿Lo habĂa soñado? Por una parte, mi gato estaba allĂ durante el corto tiempo de vigilia entre sueño y sueño, le toquĂ© y todo. Pero cuando me despertĂ© por segunda vez no estaba, y eso me apenĂł, me hizo pensar que quizá habĂa sido un sueño. La sensaciĂłn que habĂa tenido de que habĂa estado durmiendo conmigo, el tacto de su pelo, era tan real que habrĂa jurado que mi gato habĂa estado todo el tiempo aquĂ, a mi lado. Pero no podĂa fiarme, quizá era todo producto de mi imaginaciĂłn.
Me levantĂ©, y fui al baño. En el arenero habĂa una caca y una pelota de papel de aluminio. CorrĂ al salĂłn, y allĂ estaba, sentado frente a su comedero vacĂo, esperándome, mi gato de carne y hueso.
��Muy bonito��
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