Fantasía

Ayer salí a pasear por el bosque. Eran las 8 de la tarde, estaba anocheciendo. La humedad empezaba a notarse en las hojas de los árboles y en el suelo, y el frío me calaba los huesos. Decidí regresar a casa. Me habría alejado alrededor de medio kilómetro del camino principal, pero la ruta de vuelta era fácil: había estado caminando en linea recta y descendiendo, así que ahora tocaba hacer lo mismo subiendo.

Las sensaciones que transmitía el bosque eran increíbles. Estaba yo a solas con la naturaleza. No había ruidos de la ciudad, ni de otras personas, ni siquiera se escuchaban animales. Tampoco el viento. Solo mis pisadas contra las hojas del suelo. Me daba un poco de miedo estar en un silencio tan absoluto. El sonido de las hojas se oía tan fuerte al ser el único que, cada cierto tiempo, me tenía que quedar quieto para poder recuperarme de tal estruendo.

Empecé a sospechar que algún animal me seguía. Había maleza a los dos lados del camino, y apenas podía ver más allá de 5 metros, así que solo me guiaba por el sonido. Escuchaba cada vez ruidos más extraños, pero cuando me detenía para prestar atención solo había silencio.

Esta insoportable paranoia me acompañó hasta que logré salir del bosque y llegar al camino principal en la carretera. Seguía solo, miré a ambos lados y a la izquierda se movió un arbusto. Un enorme jabalí saltó de entre las ramas y aterrizó en mitad de la carretera. Me miró y, en ese momento, sentí que el miedo se apoderaba de mí. Mi cuerpo no reaccionaba, me quedé ahí parado, cuando lo que quería era salir corriendo. El animal se colocó en posición de ataque, cogió carrerilla y me embistió. Cerré los ojos, y sentí cómo todo el cuerpo del jabalí se fundía con el mío y me atravesaba. Aquella fue la última vez que sentí algo.

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