Dos muchachas de Valencia,
de las que a primera vista engañan, desas,
su paso no dejó indiferencia
en los corazones de las cordobesas.
Vistióse de parda la Luna
el primer día que llegaron,
y las luces de la ciudad en la cuna
del Guadalquivir les alumbraron.
En la Córdoba, una semana,
viviendo en la Judería.
en la Sierra, apenas un día,
mas vieron hasta ruinas romanas.
Entre tapas vegetarianas,
bocapizza en la Abadía.
un árabe algún que otro día,
de nada se quedaron con ganas.
Con cuatro cámaras al cuello,
con tres bolsas de rosquilletas,
se encontraron con dos poetas
que vagaban por los lares aquellos.
Yo y mi guitarra les cantamos
en la azotea esa noche.
Las poetas llevaban un broche
y con la música nos enamoramos.
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